Camila Margarit, Ex Beneficiaria de Literatura

La transición
De pronto ya no había ascensor ni escaleras, sino una casona enteramente blanca. Había también, en aquel lugar extraterrestre, una salita destinada para mis letras y para mí. Al fondo del pasillo, un salón donde cómodamente podría uno darse la vuelta de carnero y gritar a viva voz.

Tuve miedo cuando vi rostros desconocidos, como miedo tuve cuando me vi en un espejo nuevo y me di cuenta que yo también era otra.

Nací pollito, ponía huevos de papel y letras, pero solo en la oscuridad; cacareaba a escondidas en una soledad ininterrumpida.

La Fundación nació de a uno, de estantes chiquitos, de un 7°piso que se iba quedando apretado. Yo conocí FundacEK cuando estaba mi amiga, me parecía una joven detective cazando talentos. Ella fue quien me contactó cuando gané concursos de la feria del libro.

En manos de esa escritora infantil estaba la decisión final. Esperaba oír de su boca si realmente había algo valioso en mí o no. Saber si tenía aquello que se necesitaba para que alguien quisiera leerte. Ese fue mi primer deseo: que alguien quisiera leer lo que yo escribiera. No supe cómo ni por qué terminé diciendo que mi sueño era ser escritora; fue como si una voz que en ese entonces yo aún no conocía, hablara desde mi interior.

En clase recuerdo episodios pasados mientras los escribo, los transmuto mientras mi consciencia está al tanto de que hay una cantidad indeterminada de jóvenes en otro salón aprendiendo ciencia o matemática, ideas que no he acabado de conectar. Y en el piso de arriba estaba la psicóloga pensando en cada uno de nosotros. En la habitación contigua a la mía, sé que está la pintora con su magnífica escultura, su hijo. Yo con mi texto, mi propio hijo entre las manos.

Pienso en los que se fueron al extranjero, en los que estamos aquí, y me pregunto ingenuamente si alguno de nosotros irá realmente a cambiar el mundo, no todo, no la gran masa terrestre en la que estamos parados, sino un mundo, de alguien cualquiera; al escucharnos, mirarnos, al sentirnos cerca, al creer que somos alguien o tal vez  simplemente.