Hace cuatro años, mi hijo, Cristóbal, un joven como muchos de nuestro país, con apenas quince años, soñaba con enfrentarse, algún día, a los mejores ajedrecistas del continente y de nuestro mundo. Trabajaba y se esforzaba para conseguir este objetivo. En su más tierna infancia solía decir a sus compañeros de colegio que le gustaría viajar por el mundo jugando ajedrez.
Jugar ajedrez es en cierta manera una forma de buscar la Verdad a través del autoconocimiento. Es aprender a conocer de manera lúdica los cuatro elementos de la naturaleza, que también están en la naturaleza del hombre, y a tratar de dominarlos. Es también la búsqueda de un centro que permita controlar y dirigir una partida, como lo es también el deseo de controlar y dirigir la existencia de acuerdo a una Voluntad Superior. Así como el Rey avanza con paso lento, pero seguro, así también debe ser nuestro caminar por la vida. Como las piezas del tablero, que una vez concluida la partida se guardan en una misma caja, sin importar color, valor ni dignidades, hasta que alguien decide volver a colocarlas sobre un tablero, así es probablemente el nacer y renacer permanente del hombre y de los seres que conforman la naturaleza.
En el juego un peón puede coronar y ser lo que quiera ser e incluso el Rey lo apoya para que logre su objetivo. Ese debiese ser el objetivo de nuestra sociedad para con nuestros jóvenes: Ayudarlos a lograr lo que sueñan ser, de manera que con el desarrollo de sus habilidades puedan superarse a sí mismos y lograr ser personas que ayuden al pleno desarrollo de la sociedad. Un círculo virtuoso que muchas veces no vemos y que por lo mismo no cerramos.
Felizmente, hay instituciones como FundacEK que apoyan al talento joven y juvenil, el cual es revitalizador, brioso, desbordante, alegre, soñador y progresista, pues está conectado al corazón del hombre que vibra en armonía con el universo. Es el mensaje que nos transmite la música, el canto, la danza, la poesía, la pintura, el ritmo de la historia y el amor y las ansias por conocer y aprender más.
Hace cuatro años, una familia como la nuestra sabía que en el interior de uno de los suyos, del más pequeño en años, anidaba la esencia de un hombre, que a través del ajedrez, pretendía encontrar la respuesta que lo llevará hacia un pleno desarrollo personal. Quería ser mejor, superarse a sí mismo. Mas para lograr ese objetivo el presupuesto, los conocimientos y el espacio familiar no bastaban. El sueño tendía a esfumarse.
La historia de muchos jóvenes que a pesar del esfuerzo ven fracasadas sus expectativas de vida, se transformaba en una amenaza, como un sino trágico, que comenzaba a cercar el futuro ajedrecista de Cristóbal. Pero la esperanza, motivadora de la lucha por un destino mejor, estaba en pie.
Y, sin conocer antes de su existencia, llegó FundacEK. Una brisa fresca, alineadora de nuevas vibraciones, encauzadora de las ganas de perfeccionarse y ser mejor. FundacEK es la clave para la superación ajedrecista y para un pleno desarrollo de las facultades propias del ser humano, las que puestas en marcha contribuyen al mejor funcionamiento de la sociedad pues son un auténtico aporte a ella.
A poco andar llegaron nuevos triunfos a nivel nacional, para luego alcanzar importantes triunfos en el concierto continental. Casi sin darnos cuenta, nuevos torneos, esta vez en otros continentes, sirvieron para medir los nuevos conocimientos adquiridos, esta vez frente a jugadores de fama y prestigio internacional. Las Olimpiadas en Noruega, el mundial juvenil sub 18 en Sudáfrica y la Copa del Mundo en Azerbaiyán, sirvieron para demostrar que cuando existe la voluntad de apoyar a nuestros jóvenes estos puedan llegar a lograr ver cumplidas sus metas y sueños. Es en Azerbaiyán donde logra vencer a una de las grandes figuras del ajedrez mundial, dos veces vice campeón del mundo, un triunfo que es una las mayores sorpresas en la historia de este torneo. Un joven de nuestro país había logrado colocar a nuestra patria en lo más alto del ajedrez internacional.
Pero nada de esto se habría logrado sin el apoyo de un Gran Maestro de ajedrez (profesor y amigo de Cristóbal), sin el apoyo sicológico, sin las charlas motivacionales, sin las clases de filosofía, de historia y oratoria, sin la estructura disciplinaria, todos aspectos principales que brinda FundacEK. A todo lo anterior debemos sumar el afecto y cordialidad que se respira en sus dependencias que hacen el aporte complementario al que brinda la familia y los aspectos rescatables de la educación pública.
Hoy Cristóbal no es sólo un buen ajedrecista, sino que es también un joven que tiene mayor dominio y control de las emociones, que tiene una mejor postura corporal, que se expresa mejor en palabras, que busca respuestas al sentido de la vida, que le interesa el curso de la historia, que tiene una mejor comunicación y que sabe que su conducta no debe salirse del marco de lo impropio.
Lo cierto es que todo apoyo económico es importante, no hay duda de ello. Sin ese apoyo a Cristóbal los logros que él ha obtenido no se habrían conseguido. Pero un apoyo económico brindado como dádiva no contribuye en mucho cuando se hace como un gesto inconsciente, sin mirar a los ojos y sin ningún compromiso a cambio.
De ahí entonces que FundacEK marca una impronta. Su apoyo es mucho más que un apoyo económico. Su apoyo busca rescatar la esencia de nuestros jóvenes para que alcancen un mejor desarrollo espiritual y moral. Es el apoyo que nuestra educación no entrega en sus aulas. Es un apoyo que conlleva el compromiso de hacer de nuestros jóvenes personas más felices, más sanas y más humanas.
La solidaridad que brinda FundacEK me lleva a agradecer pues saber agradecer contribuye a desarrollar y mantener esta muestra de amor al prójimo.
Gracias FundacEK y gracias también a todos y a todas quienes conforman y dan vida a esta maravillosa iniciativa.